Este álbum es casi perfecto. Casi todas las canciones podrían haber sido una sola. La guitarra está llena de rellenos inteligentes, tonos agudos e inversiones de acordes inusuales, y la batería logra ser idiosincrásica, funky y bailable al mismo tiempo. Si bien los sencillos posteriores lograron retener este genio, nunca lograron alcanzar el mismo tipo de éxito con los cortes de álbumes posteriores, que carecían de melodías y coros fuertes, optando por una especie de experimentalismo que no les convenía particularmente. Aún así, nunca ha habido una voz de soprano que provoque el tipo de escalofríos como los de Harriet Wheeler, sea lo que sea que esté cantando. Este resulta ser su pico.
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