¿Quién no ha soñado con conducir una Harley por la Ruta 66 mientras sonaba el Born To Be Wild de Steppenwolf?
La música americana nos lleva a recorrer carreteras con la ventanilla bajada y el viento de cara.
Te lleva a enfundarte unas botas, montarte encima de un caballo y galopar por las grandes llanuras, a ir a un Honky Tonk a beber Whisky cuando te han roto el corazón, recorrer las playas de California en furgoneta, sentir el polvo sobre el rostro de los trabajadores de la tierra, o el dolor de un outlaw.
La música americana invita a disfrutar de la vida, pero también a hacer frente a la cruda realidad. Es, en definitiva, música para soñar.
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