Después de un estreno en solitario con su puñadito de gemas pero más bien sosete, Lou se alía con David Bowie para que le produjera la continuación. El genio británico junto con su guitarrista de entonces, el genial Mick Ronson, echó el resto para pulir una obra maestra de rock y poesía, una de esas que certifican la mayoría de edad de todo un género. Las putas, los yonkis y los callejones malolientes que habitan "Transformer" son los que Reed había conocido. Su etapa en la Factory de Warhol es básica para inspirarle buena parte del cancionero maldito de su obra más reconocida y reconocible.
"Walk on the Wild Side" es la bandera. Su letra, escandalosa, se ha grabado en un puñado de generaciones, pero no es lo único. Tampoco "Perfect Day", una de las canciones más hermosas y otoñales de su repertorio, un anuncio claro de lo que iba a ser ese discazo llamado "Berlin" (1973).
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