domingo, 6 de marzo de 2022

DISCO CLÁSICO DE ROCK DEL DIA

Lo fácil es despachar el disco como una apertura hacia lo comercial con la que poco menos que se venden a la industria. Y no, no es eso. Este "Porcupine", difícil tercer disco tras una dupla ejemplar, es su primera cumbre de verdad. A pesar de que no parece a priori muy superior a "Heaven Up Here" (1981), tiene suficientes puntos de fuga para diferenciarse y descollar por encima de su hermano mayor.


Por una vez la supervisión del sello discográfico resultó definitiva para lo bueno. Las grabaciones primigenias que podemos "disfrutar" en ediciones recientes del álbum demuestran que el grupo no estaba por la labor de endulzar su sonido. La inclusión de esos violines de Shankar y todos los elementos que han acabado suavizando el resultado final fueron en cierta forma impuestos, pero no puedo decir que sean un error, sino todo lo contrario, un acierto absoluto.


El violín es cierto que lima, pero no llega a eliminar las aristas de un disco poliédrico, vivo y vibrante por encima del helor que nos quieren vender con una imagen y una portada tan extraordinaria como engañosa. No tanto en realidad, hay mucho del helor cegador que quieren endosarnos, pero es un frío al que siempre queremos regresar una y otra vez. Y volviendo al violín, endulza pero no consigue tapar en absoluto todo lo turbio que transmite esta obra. Esa crudeza está en "The Cutter", a pesar de su melodía pegajosa, y está en una "Porcupine" que es el epítome de todo lo desviado de lo que se nutre el sonido del álbum. 

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