Mirando las estrellas que se apagaron en un mes de abril, hay una que sobrecoge. No sé si me impresiona más la imponente fuerza de su voz o su poderosa figura humana. Será que son la misma cosa.
Una de las grandes artistas de la música de siempre y una mujer con antorcha. Su arte, aunque sublime, no estaba precisamente fuera de este mundo. Su enérgica voz carnal, poderosa y convencida nos arrasa como un torrente lleno de verdad.
Se acaban de cumplir 19 años sin la 'Alta Sacerdotisa del Soul'.
No se limitó al Soul y el Jazz, abrazó diferentes géneros: clásica, blues, pop, gospel, chanson....
De familia humilde y numerosa, su madre, limpiadora, y su padre, barbero, tenían que sacar adelante a sus ocho hijos con mucho esfuerzo.
Pero la pobreza no está reñida con el amor por la música, y esa pasión la contagiaron en casa de tal manera que a los tres años ya estaba Nina sentada al piano.
Ante semejante precocidad, y a pesar de las apreturas económicas, toda la familia se afanó por ayudar a desarrollar el talento de la pequeña, pagándole lecciones de música clásica.
Con doce años daba conciertos en la biblioteca de su pueblo. Los padres escuchaban emocionados en primera fila. Pero enseguida tuvieron que cederles el asiento a los blancos e irse hasta la última. Aquí se puso de manifiesto la rebeldía de la joven artista negándose a tocar hasta que sus padres volvieran a su sitio.
La segregación racial hizo que tuviera dificultades para cursar sus estudios de música clásica, lo que la condujo al blues y al jazz.
La música siempre fue su manera de luchar contra la desigualdad. Sus canciones relatan con frecuencia episodios de estas injusticias lo que hizo que fuesen a veces censuradas.
Abandona Estados Unidos harta de soportar la segregación racial y de pagar impuestos a un gobierno que los gasta para la Guerra de Vietnam.
Vivió en diferentes países, pero ya no volvió a pisar su tierra. Murió en París el 21 de abril de 2003
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