Baladas de un country emocionante, psicodelia de elegantísimos acordes extendidos hasta la ensoñación, juegos de guitarra con unos "riffs" que ponen la piel de gallina, pianos y teclados que engarzan las melodías con una bella simplicidad, base de ritmos estructurados siempre al servicio de una atmósfera de sensualidad sonora dificilmente igualable.
Y la voz de Gene, estirando muchas veces las últimas sílabas para aportar mayor riqueza textual a la lírica que surge como de una fuente inagotable. Y los coros..., elevándose, descendiendo, planeando muchas veces como un arrullo del que solo habían escuchado aquellos que aún creían en las hadas buenas.
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