miércoles, 28 de septiembre de 2022

CLÁSICOS DEL ROCK 115

Screamadelica" que, a 31 años de su edición, se conserva lozano, potente e intacto en su capacidad narcotizante. Ante tan pasmosa evidencia, se antojan ya superfluos los debates sobre el peso del productor Andy Weatherall en la autoría del disco, o sobre las contradicciones de un Bobby Gillespie que decreta la muerte de la concepción melódica del rock y, entre pelotazo y pelotazo dance, se refugia en baladas tan inequívocamente stonianas como "Damaged". Afortunadamente para todos, la lucidez del efímero percusionista de The Jesus & Mary Chain está en sus composiciones mucho antes que en sus frases lapidarias, que determinada prensa y no pocos aficionados reciben como el maná de la revelación. 


La década de 1980 no fue una buena década para muchos cantantes y bandas que se habían hecho sus nombres en los años 60 o 70. No creo que las técnicas de producción que prevalecían en ese momento ayudaran, pero algunos, Neil Young, se esforzaron demasiado por seguir siendo relevantes, algunos tuvieron problemas y otros desaparecieron. Y algunos tomaron la decisión, o se les impuso esa decisión, de tratar de vender discos y ganar algo de dinero. Y eso se aplica a John Martyn.


Un álbum interesante que parece prometer más de lo que ofrece. Personalmente, no creo que se mida con City to City: Night Owl y The Way You Do It on side one son repetitivos y no tan perspicaces líricamente, mientras que gran parte del lado dos no está inspirado. Sin embargo, el primer lanzamiento es genial, mientras que Why Won't You Talk to Me and Get It Right Next Time se clasifica con el mejor trabajo de Rafferty.


Esto no es en absoluto lo que esperaba de Judas Priest basado en los otros dos álbumes que escuché: el épico Sad Wings of Destiny con temática de fantasía y el high-fly thrash metal de Painkiller. Pero eso no es un problema en absoluto. Este me gusta mucho. Realmente tiene un sonido arenoso, duro y callejero similar al primer (y, en mi opinión, el mejor) álbum de Iron Maiden. Esto no es tan bueno como el indiscutible clásico Painkiller - hay un par de números aquí como "United" (que es un poco cursi) y "Grinder" (que suena sospechosamente como uno de los dos grandes éxitos de este álbum), pero eso no es un problema demasiado grande.


Una joya del pop. Es curioso que sea más conocida Kate Bush por su aportación al tema de Peter Gabriel "Don`t Give Up", que por excelentes trabajos como este. La cara A es brutal, todos los temas son exquisitos. En cuanto a la cara B del vinilo llamada "The Ninth Wave", la británica apuesta por composiciones más progresivas, dejando una impronta al escucharlo de auténtica excelencia. De lo mejorcito de los ochenta.


El conflicto está servido. "Let England Shake" es un título que se las trae. La Gran Guerra con sus montañas de muertos y el dolor sangrante vertebran un disco que enseña su título en portada y letras grandes. "Que tiemble Inglaterra" parece un recordatorio de un pasado doloroso y también es una advertencia de lo que nos vamos a encontrar dentro. Y es que PJ Harvey no se anda con chiquitas y nos sorprende con su actitud más crítica. Dispuesta a no dejar títere con cabeza carga contra su querida Inglaterra. Contra su colonialismo y su sed de sangre. Y a la vez está cargando contra la avaricia, la desidia, la falta de humanidad y la injusticia mundial. Y eso es lo que en realidad ha hecho siempre aunque antes era a través de sus heridas profundas. Pero aquí la cantautora se muestra más humana y más sincera. La madurez le sienta bien, no hay duda. La veo más certera en sus ataques y por eso el disco duele tanto. 

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