Es delicado hablar de la banda sonora de una película cuya premisa invita a prescindir de todo tipo de fondo musical mientras que el profundo sentido del espectáculo que se intenta infundir en ella propicia el encuentro con la composición efectista tradicional.
En ese sentido, Gravity no huye de la posibilidad de construirse a sí misma como evento comercial para convertir en rentable un proyecto de magnitudes faraónicas, obligando a que la originalidad de sus planteamientos conviva con las más convencionales maniobras narrativas.
Pero no conviene tampoco condenar el producto con ligereza sólo por esa evidente vocación comercial: el trabajo que ha compuesto Steven Price, bajo ese prisma de la cultura del espectáculo, es tan impecable como adecuado.
El autor ha optado por otorgar protagonismo a la música electrónica como creadora de ambientes, al tiempo que le permite manipular los sonidos de la orquesta clásica para propiciar las sensaciones de angustia y caos que experimenta la protagonista del film.
Entre los instrumentos que Price utilizó, se encuentran guitarras acústicas y eléctricas y armónicas de vidrio
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