No es música, es mística, de las caderas al cuello. Pasando por el centro del universo, donde la cintura pierde su nombre. Entre hermanos, porque la liturgia del asunto obliga a recogerse en la oscuridad, en el calor del cuerpo a cuerpo y dejarse transportar. No es de esos discos que se disfruten en una conferencia, no va a salir un político a anunciar nada reseñable. Puede que quites el disco antes de que acabe. Otra cosa es que estés acompañado y lo gastes como tus riñones, empujando. No olvides pegar unos chillidos, no olvides hacer que los de el/ella. Empezar a sudar a los quince segundos del primer corte. Acabarás molido. Incluso cuando acabes, y James B. siga sonando, volverás a intentarlo. Al llamado del trombón, con los coros aferrándote, buscando un nuevo lugar oscuro donde hacerlo. Es James Brown, una de lección de sexo en vinilo, pa'que aprendras algo antes de ir a dormir. Si es que te dejan.
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