jueves, 6 de julio de 2023

DISCO CLÁSICO DE ROCK DEL DÍA

Como un Henry Fonda de la canción, Cohen hace de la sobriedad una declaración de principios y a ello se atiene rigurosamente. La producción de John Simon se ajusta estrictamente al loable - y lamentablemente poco imitado - propósito de no estorbar: instrumentación mínima de guitarras, algún arpa judía, alguna percusión. Apoyo espartano al servicio de unos textos desgranados por la voz monocorde de Cohen. Si yo fuera médico, hace tiempo que habría recomendado a mis pacientes con problemas de insomnio, la discografía completa de éste hombre. Y esto no es peyorativo, es reconocer y aprovechar que el poder curativo de su voz es innegable. 


Este álbum ha crecido con el tiempo. Cuando pocos recordamos ya la mayoría de aquellos discos de 1968, pertenecientes a géneros, tan prestigiosos entonces, como el rock progresivo o sinfónico, el jazz-rock o el flower-power, etc., seguimos todavía - y creo que seguiremos hasta la eternidad - escuchando los discos que afortunadamente escaparon de las orgías instrumentales, del virtuosismo instrumental, de los dioses de la guitarra.

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