Puedes sintonizar con ellos o no, que te gusten, a secas, esperar devotamente su próximo disco, admirarlos ciegamente y besar por donde pasan.
O no poder con ellos, que te parezca siempre lo mismo, la misma letanía pomposa, la misma impostura de quien pretende pasar por interesante. Pero es necesario reconocer que saben hacer las cosas.
Podían haber aprovechado el momento mainstream para lanzarse en los brazos de la industria, convertirse en omnipresentes de todos los premios y portadas de revistas, encontrarnos hasta en la sopa la cara rota de Yorke, hablar de su influencia con tono sesudo y sentirte que entiendes con tus amigos.
Pero no creo que sea eso lo que buscan.
Ni siquiera el oro que todos pretenden. Buena prueba han dado de ello, compartiendo discos de forma gratuita y ofreciendo streamings de sus directos.
De acuerdo, dan esa imagen de estar por encima del bien y del mal que a veces repele o tiende a no caer simpática.
Aunque tampoco creo que sea eso lo que persiguen.
De acuerdo, lo están, más allá de todo, pero da la impresión que lo hacen porque juegan en otra liga.
La que les permite preservar su estilo. Tienen hecha su afición, que les sigue y adora allí donde vayan, y con eso ya tiran.
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