Tratan de repetir la jugada con el segundo disco y casi lo consiguen. Formalmente hay poca variación. Ya nos lo anuncia la introducción, que imita la de MCMXC a.D. (90), y es igual de innecesaria. En apariencia se limitan a cambiar los monjes por cantos tradicionales mongoles y mantienen ese ambient de corte doméstico y facilón.
No obstante, sí que hay diferencias, y es precisamente en las innovaciones donde se le ven las costuras a este disco. Para empezar, un misticismo ingenuo y simplonamente positivo, no solo en la música, sino también en las letras. También se percibe un uso más generalizado de las guitarras eléctricas que incluso llegan a crear pequeñas tormentas AOR en algún solo. Y por último, hay un acercamiento al pop que en algunas melodías vocales ("Out from the Deep", "Silent Warrior") puede recordar a los últimos Pink Floyd.
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